El pequeño Borja padecía epilepsia y falleció con sólo cinco años de edad. En su muerte concurrieron varias circunstancias, todas ellas evitables.
La importante prueba que necesitaban hacerle se retrasó por falta de personal en un hospital público de la sanidad madrileña (¿tiene algo que ver en esto los recortes económicos de los últimos años?); la psiquiatra que le atendió cometió varias negligencias graves; y, finalmente, un fármaco inadecuado para él le produjo graves reacciones adversas que lo mataron
En el Bufete Almodóvar & Jara estamos investigando judicialmente este caso de fallecimiento de un niño, Borja. Sospechamos que murió por tomar el medicamento Invega (del laboratorio Janssen Cilag), a tenor de la información que manejamos.
El proceso está en primera instancia todavía. El juez ha sobreseído provisionalmente el caso hasta nuevas evidencias. Hemos recurrido y pensamos que se estimará en nuestras pretensiones.
El niño era epiléptico pero le recetaron un fuerte fármaco para la esquizofrenia, tras un diagnóstico tardío y que sólo debía administrarse a mayores de 15 años. Borja ha sido una víctima más de la receta de tratamientos fuera de indicación (off label), de la medicalización de la infancia y la mala praxis.
Silvia es médico y a principios del mes de diciembre de 2014 sufrió la peor experiencia de su vida. Su hijo Borja, con cinco años recién cumplidos, falleció de “muerte súbita”.
Casi tres años antes, en abril de 2013, comienza con unos movimientos en la comisura de la boca y en el ojo izquierdos, por lo que acuden al equipo de neurología pediátrica del Hospital Infanta Elena de Valdemoro (Madrid).
Allí, la neuropediatra M.P realiza estudios, pensando ya en una epilepsia. En breve, dicha doctora se pone de baja maternal y, ante la falta de personal, deciden seguir con la evolución de Borja en el Hospital Niño Jesús de Madrid, en donde le siguen dos neuropediatras residentes las cuales le diagnostican EBI (Epilepsias Benignas de la Infancia).
En agosto de 2013 se prepara una prueba vital para conocer el desarrollo de la enfermedad (un vídeo EEG con contraste) pero no pudo programarse hasta el día 24 de febrero de 2014 a pesar de que los padres recalcaron que no estaba evolucionando bien, el pequeño comienza a sufrir trastornos del comportamiento y el retraso del lenguaje que padecía empeora.
Y la prueba se anula por la citada baja y vuelve a retrasarse por las carencias de personal que atravesaba y atraviesa la sanidad pública madrileña (y de cualquier comunidad de España).
Los progenitores no se quedaron tranquilos. Ese análisis era muy importante pero, como pronto, se realizaría a finales de año, tras lo cual en marzo de ese 2014 decidieron acudir al servicio de Neurología, en donde se le hicieron más pruebas y se le cambió el diagnóstico a una epilepsia focal, el cuál volvió a ser erróneo, cuenta en este caso Alberto, padre del pequeño.
Cuando a finales de junio los progenitores se enteran de que la neuropediatra que inició el seguimiento se acababa de reincorporar de su baja maternal, corrieron a pedir cita con ella, pudiendo conseguirla para los primeros días de julio.
La doctora comenzó a hacerle los estudios requeridos, incluida la importante prueba que en el Niño Jesús no le habían hecho.
Dos semanas después, llegó al diagnóstico de Epilepsia punta onda durante el sueño o Síndrome de Penélope. Las crisis se sucedían durante la noche y todo lo que el niño aprendía durante el día se borraba como por arte de magia a la caída del sol. Sin embargo ya era tarde puesto que la desidia de los distintos equipos de neurología por los que pasó habían provocado una encefalopatía epiléptica con retraso mental y alteraciones del comportamiento.
Cuando la neuróloga estabiliza la enfermedad con dos fármacos, Depakine y clobazam, comienza a darle muy bajas dosis de Risperdal para el comportamiento, pero este tratamiento no funcionó.
La neuropediatra decide derivar a Borja a Psiquiatría Infantil. Ahí lo evalúa (19 de noviembre) una psiquiatra especializada en niños (M.A.F.B.) que estaba haciendo una suplencia al psiquiatra titular, que no da ningún diagnóstico pero decide comenzar tratamiento con el fármaco Invega 3 mg (paliperidona).
Éste medicamento pertenece al grupo de los llamados antipsicóticos de segunda generación, muy “de moda” en el mundo entero. El mismo se da a adolescentes mayores de 15 años y adultos.
Su indicación legal sólo contempla la esquizofrenia y los trastornos esquizoafectivos pero su uso se ha extendido más allá de la citada indicación:
La psiquiatra que lo indicó dijo que lo ‘había visto dar en bulímicos y que funcionaba muy bien porque les quitaba la impulsividad”, narra la madre del pequeño Borja.
Darle un medicamento pautado para adolescentes mayores de 15 años con esquizofrenia a un niño de cinco años recién cumplidos que padecía epilepsia, se convierte en un tratamiento off label, es decir, fuera de los patrones contemplados en la ficha técnica (documento oficial) del producto.
En los casos en que se receta un fármaco en estas condiciones, más allá de las indicaciones de la ficha técnica, hay que informar de todo y pedir autorización a los pacientes y, en caso de ser un menor, se solicita consentimiento informado a los padres.
Pero en este caso nunca sucedió. La psiquiatra, ni informó a los padres de los graves efectos adversos que tenía el medicamento, ni que lo estaba dando off label.
Tampoco pidió consentimiento informado. Los padres de Borja estaban desesperados y confiando en la pericia de la psiquiatra aceptaron que se lo administrara, a pesar de que no les informó de nada (aunque la doctora con posterioridad miente en su declaración indicando que sí informó, “lo cual es muy sospechoso -indica Alberto- puesto que entonces lo debería haber reflejado en la historia clínica y sin embargo en la misma no aparece nada de ello”).
Otra gran contradicción es que Invega es un medicamento que puede aumentar las crisis epilépticas. En su ficha técnica pone que puede provocar “convulsiones (crisis epilépticas)”.
Por otro lado, cuando un medicamento tan peligroso se da en estas circunstancias, hay que hacer un seguimiento, no sólo con estudios y analíticas sino con un equipo multidisciplinar. Pero la psiquiatra de Borja no consultó ni a la neuróloga y, por lo que parece en la declaración.
Desde el Bufete impugnamos directamente el informe forense que es para el juez la principal prueba en la que se basa.
El informe forense carece de rigor científico y metodológico. No hay estudios científicos contrastados y bien diseñados con niños menores epilépticos, como hemos citado. El laboratorio lo ha certificado. ¿Por qué se recetó? ¿Por qué no se motivó la historia clínica?
La psiquiatra que atendió a Borja recibió 18 visitas de los comerciales del laboratorio, los conocidos como visitadores médicos. Sólo en un año y además acudió a dos cursos de formación de la empresa fabricante de Invega e hizo dos peticiones de bibliografía científica… ¿Por qué el servicio de Farmacia controló la medicación? ¿Por qué no se realizó un trabajo de seguimiento farmacológico entre médicos y farmacéuticos?
Podéis leer más datos sobre el caso en el post de Miguel Jara titulado El medicamento Invega es la probable causa de la muerte del niño Borja.
La familia, a pesar del dolor, sigue luchando para que esto no quede impune (podéis ayudarles firmando la petición que han colgado en Change.org) y que no le suceda a otros niños.